Lámina Santa Elisa

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Santa Elisa de Hungría, también conocida como Elisabeth de Hungría nació en 1207 en una familia real, hija del rey Andrés II de Hungría y la reina Gertrudis. Aunque era una princesa rodeada de lujos, desde chica tuvo un corazón bondadoso y siempre quiso ayudar a los pobres. A los 4 años, fue prometida en matrimonio a Luis IV, un joven noble de Turingia, y enviada a su corte para educarse. Elisa no solo aprendió sobre la vida real, sino que también creció con un gran amor por Dios y los demás.

Cuando tenía 14 años, se casó con Luis, y su matrimonio fue muy feliz. Luis era un marido bueno que apoyaba las obras de Elisa. Ella usaba sus riquezas para alimentar a los hambrientos, cuidar a los enfermos y construir hospitales. 

En una ocasión, mientras vivía en el castillo con su esposo Luis IV, Elisa se dedicaba a llevar comida y pan a los pobres que vivían cerca de su casa. Como sabía que algunos en la corte no aprobaban su generosidad, a menudo salía en secreto con su manto cargado de alimentos para repartir. Un día, mientras realizaba una de estas visitas, su esposo Luis la vio desde lejos y, al acercarse, le preguntó qué llevaba escondido en su manto.

Preocupada porque su bondad pudiera ser malinterpretada como un derroche, Elisa se detuvo y, antes de responder, rezó una oración en silencio. Cuando abrió el manto para mostrarle lo que llevaba, el pan que escondía se había transformado milagrosamente en rosas frescas y hermosas, a pesar de que era pleno invierno, cuando no florecían. Luis, al ver este signo tan especial, entendió que las obras de Elisa estaban bendecidas por Dios. En lugar de enojarse, se conmovió profundamente y desde entonces apoyó aún más las acciones caritativas de su esposa.

Pero la vida de Elisa no siempre fue fácil. Cuando su marido murió en 1227, mientras participaba en una cruzada, ella quedó viuda con 3 hijos y enfrentó muchas dificultades. Su familia política la trató mal y la obligó a dejar el castillo. Sin embargo, Elisa no se rindió. Decidió dedicarse por completo a servir a Dios y a los demás. Se unió a la Tercera Orden de San Francisco, llevando una vida sencilla y ayudando a los más necesitados.

En 1228, fundó un hospital en Marburgo, Alemania, donde trabajó cuidando a los enfermos con sus propias manos. A pesar de las dificultades y su vida llena de sacrificios, Elisa siempre tuvo un corazón alegre y lleno de amor. Murió en 1231, a los 24 años, después de haber dedicado toda su vida a Dios y a los pobres.

Su vida fue tan especial que el Papa Gregorio IX la declaró santa solo cuatro años después de su muerte. Hoy, Santa Elisa de Hungría es un ejemplo de generosidad, amor y fe para personas de todas las edades. Su historia nos enseña que, con amor y bondad, podemos hacer un gran bien en el mundo, sin importar las dificultades que enfrentemos.