Lámina Santa María Magdalena

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María Magdalena es una de las personas más importantes en la historia de Jesús, y su vida es una gran historia de transformación y amistad.

María Magdalena era una mujer que vivía en una ciudad llamada Magdala, cerca del Mar de Galilea. Antes de conocer a Jesús estaba muy angustiada porque tenía siete espíritus malos dentro de ella. Pero un día, Jesús la ayudó y la liberó de esos espíritus, lo cual fue un gran milagro.

Después de que Jesús la ayudó, María Magdalena decidió seguirlo y convertirse en una amiga muy cercana de Él. Ella lo acompañaba a donde quiera que fuera, y ayudaba a los demás con mucho amor y dedicación.

María Magdalena estuvo presente en algunos momentos muy importantes de la vida de Jesús. Cuando Jesús murió en la cruz, ella estuvo allí para acompañarlo, aunque fue un momento muy triste. Pero lo más emocionante de su historia ocurrió después de que Jesús murió.

Al tercer día después de la muerte de Jesús, María Magdalena fue al sepulcro donde habían puesto a Jesús y se sorprendió al ver que la piedra que bloqueaba la entrada había sido removida y el sepulcro estaba vacío. Jesús había resucitado, lo cual es un gran milagro. ¡María Magdalena fue la primera persona que lo vio resucitado!

Jesús le habló y le dijo que fuera a contarles a sus amigos y seguidores que Él había resucitado. Así que Magdalena fue a anunciar la gran noticia a los discípulos. Por eso, a veces la llamamos “la apóstol de los apóstoles” porque ella fue la primera en contarles a los demás que Jesús estaba vivo.

A lo largo de la historia ha sido objeto de muchas interpretaciones. Durante siglos la identificaban erróneamente como una prostituta arrepentida, una confusión derivada de la mezcla de su figura con otras mujeres mencionadas en los evangelios. Sin embargo, esta visión ha sido reconsiderada y rectificada en tiempos modernos, reconociéndola principalmente como una discípula clave y testigo de la resurrección.

María Magdalena sigue siendo una figura poderosa que simboliza la redención, la devoción, el amor abnegado a Cristo y la transformación espiritual, inspirando a generaciones a buscar una relación más profunda y auténtica con lo divino y del amor.

Es recordada y celebrada el 22 de julio.