Esta famosa “Corona de Rosas” como lo dice su nombre es una oración que tiene muchos devotos y una tradición que ha pasado de generación durante mucho tiempo. 

En el año 1208 un santo sacerdote español, Domingo de Guzmán, fue al sur de Francia para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia.

Trabajó por años predicando y rezando en este lugar, logró convertir a algunos, pero muy pocos.
Muy a menudo, por temor a ser ridiculizados y a perder sus trabajos, los convertidos se daban por vencidos.
Domingo entonces fundó una orden religiosa para las mujeres jóvenes convertidas. Su convento se encontraba en Prouille, junto a una capilla dedicada a la Santísima Virgen. Fue en esta capilla en donde Domingo le suplicó a Nuestra Señora que lo ayudara, ya que sentía que no estaba logrando casi nada.

La Virgen se apareció en la capilla. 
En su mano sostenía un rosario, se lo entregó a Domingo y le enseñó a rezarlo.
Le dijo que diera a conocer esta devoción ya que era una poderosa herramienta para propagar la Fe por todo el mundo.
Le prometió que muchos se convertirían, tendrían Fe, obtendrían las gracias que pidieran y estarían especialmente bajo su protección


Desde entonces han pasado 800 años y el rosario sigue siendo una de las oraciones predilectas de los creyentes.

La Virgen siempre ha protegido con especial cuidado a las familias y el rezo del rosario en familia es algo maravilloso. Es una manera de fortalecer la unidad de la vida familiar, es una oración que está al alcance de todos en todo tiempo y lugar.

"Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18:20).

En varias apariciones que siguieron a la de Santo Domingo de Guzmán se ha podido ver a la Santísima Virgen María con un rosario en su mano. Lourdes, Fátima y Medjugorje son algunos ejemplos de estas.